Caminan hacia el pozo, dando giros,
sin elongar el paso, sin hacerlo torpe,
los bailarines, llamas en movimiento.
Sin aferrarse, sin desprenderse,
la música que se eleva los guía,
se hacen visibles al amor.
Como quiera que alegre,
como quiera que duela,
en su gozo hay transformación.
El silencio del que provenían
ya era la danza dispuesta.
Volverán a él radiantes, absolutos.
Mientras tanto, en el camino,
tomarán las manos de los otros,
para devolverles el secreto:
Toda esta danza estaba en el corazón,
en la sangre, en el Sol, en la Luna,
en el polvo del sendero al atardecer.
Materia sin materia, intención sin intención,
objeto sin objeto, beso sin beso...
para el danzante sólo hay disolución.
foto: Martin Hill
Para conocer la danza: Danzar con el cosmos (Carlos Jalil Bárcena)
Para seguir aprendiendo: Danza del Tao