sábado, 29 de octubre de 2011

domingo, 23 de octubre de 2011

Héroes de Fukushima, in memoriam









此道や行人なしに秋のくれ
 ·
松尾芭蕉

(Kono michi ya yuku hito nashi ni aki no kure)


Este camino
ya nadie lo recorre,
salvo el ocaso.
·
Matsuo Bashô




martes, 18 de octubre de 2011

No hay enemigo propio, sólo ajeno.


¿Quién es             mi enemigo?
Un  enemigo lo        es  de sí mismo.
Su  elección,  su  desencuentro,  su  caída,
y te escogió como lugar en donde escenificarlo.
Destruir todo aquéllo que tú sostienes dentro,
dentro de sí, tal es su necesidad perversa.
Hónralo con tu atención amorosa,
estás invitado  a su banquete.
Volverá a triunfar el uno
frente  al
dos
.


El Ángel Caído - Parque del Retiro (Madrid) - Septiembre 2011



miércoles, 12 de octubre de 2011

Pedir dar


El santo del camino medio pide dar.
Pide a Dios dar a Dios.
Pide a la naturaleza dar a la naturaleza.
Pide a los hombres dar a los hombres.
Pide a sí mismo dar a sí mismo.
El santo del camino medio
pareciera vivir como un mendigo: 
siempre de préstamo y de paso.
Consecuentemente vacío y lleno,
frío y caliente, inmóvil y simultáneo, duro y blando,
da lo que pide y lo que pide da.
Nada es fácil ni difícil,
ni divertido ni fastidioso,
ni dudoso ni evidente.
Late, sencillamente, pulsa, mueve, lleva,
sus Principios y sus Fines tienen la misma huella.
Sobre la piedra canta la rana.
 En la rama, el aroma de un cuclillo.




 Todas las cosas fingidas caen como flores marchitas, 
porque ninguna simulación puede durar largo tiempo.
                                              Marco Tulio Cicerón



sábado, 8 de octubre de 2011

Descripción de la Belleza


Dícese de un jardín lleno de flores...
Dícese de un cielo eterno en sus colores...
De la mar, de la noche y sus ardores...
Dícese de tantos modestos pormenores...
Que si los aromas del viento, y los olores
que trasporta el corazón enamorado, los sabores
del regazo puchero de la madre, los ofrecedores
descansos de la siesta despreocupada, las estrellas, los amores...
Dícese de estar tirado sobre la arena, de los vivificadores
fuegos en la noche fría, el pan reciente, los miadores
gatos que ronronean en vez de perseguir ratones, y los oidores
silencios, profundos, que abren los senderos interiores.
Dícese de los ojos soñadores
y la risa franca, los llamadores
mutismos del amigo a la cercanía, los esplendores
descalzos del sol sobre la hierba, los campos de trigo, o de saltar aspersores
en la canícula veraniega, y qué hay ¡ah! de los besos amadores.
Dícese de los otros mil valores
que tiene la vida sencilla y plena, la naturaleza, los verdores
de las hojas de los árboles, las siempre firmes montañas, o las labores
de las olas en la playa. La primavera. Los pájaros cantores.
Y también de esa clase de dolores
que te enseñan: ambiciona más el camino que la meta, labradores
del propósito que tengas; y, a veces, del propio éxito redentores.
Del peligro de los aduladores; de conocer a los devastadores
enemigos que viven en uno mismo, toscos, sutiles, perturbadores.
De los hermanos. Los brazos ayudadores, 
los abrazos consoladores, 
los ratos conversadores.
El vino. El camino largo, el difícil, el bueno, los alcores
que bruñen el amanecer haciéndose novillos, los albores
de la sonrisa verdadera. La guitarra de Antonio en la voz de Vicen.
El piano de Alejandro en la sobremesa. La mirada de María, siempre llena.
Todo es una buena descripción de la Belleza.
Para tí, joven misterioso, que aún no llegas
e iniciaste la senda del encuentro
mi menudo racimo de certezas. Ya te espero.
Y con cuánto deseo, quiero compartirlo como el pan, todo contigo.





(Mi sobrino. Primera imagen suya. ¿Véis cómo sonríe?)



martes, 4 de octubre de 2011

4 de Octubre




 Francisco de Asís

¡O, Señor!
Haz de mi un instrumento de paz:
Donde existe el odio, que yo ponga el amor;
Donde exista la ofensa, que yo ponga el perdón;
Donde existe la discordia, que yo ponga la unión;
Donde existe la duda, que yo ponga la fe;
Donde existe el error, que yo ponga la verdad;
Donde existe la desesperación, que yo ponga la esperanza;
Donde hay tinieblas, que yo ponga la luz;
Donde hay tristeza, que yo ponga gozo;
¡O, Maestro!, que yo no busque tanto:
Ser consolado, como consolar;
Ser comprendido, como comprender;
Ser amado, como amar.
Porque es dando, que recibiré;
Es olvidándome de mí, que me encontraré;
Es perdonando, que seré perdonado;
Es muriendo, que resucitaré a la vida eterna.

¡Felicidades a la familia Franciscana!